Drama en la vuelta al cole

9:45, lunes, clase a las 10, la primera del curso, aprovecho para coger un café en la máquina a pesar del calor de las primeras semanas de septiembre, saludo como de costumbre para continuar escuchando los míticos:

-¿Qué tal el verano?
-Bien, ¿y tú?
-Bien, ¿Qué has hecho?
-Nada especial

Todo esto mientras me dispongo a subir a clase solo me encuentro con las caras de los jovenzuelos de primero entre el miedo, perdidos en un hábitat nuevo y desconocido.
Los rayos de sol atraviesan las ventanas y me ciegan durante un instante, al levantar la mirada me encuentro con mi amiga Cris que está limpiando el vaho de sus gafas, tremendamente feliz me dice:

-¡Hei, hola! Vamos, ¿o qué?- con su desparpajo característico.
Con la voz entrecortada a causa de las escaleras le respondo que sí.
Entramos a clase, ya ha sonado el timbre, los mismo azulejos verdes nos acogen.
Durante la explicación, un alumno rezagado entra, mi amiga me mira y sonríe con la complicidad que las larguísimas conversaciones aportan.
Él , entra y al pasar por el pasillo me roza con su chaqueta de cuero y su perfume inunda la clase. Anclado en los cincuenta llegaron a decir de él, su imagen de rockabilly, tatuajes y tupé así lo insinuaban.
Al salir de clase lo vemos fumando, oculta su mirada tras unas gafas de sol.
Cris me dice:

-¡Sabía que te gustaría!
-¿Qué dices?, me sonrojo.
-Parece un James Dean moderno.

La gran carcajada se convierte en dolor de costillas casi de inmediato.
Los días pasan y la timidez y el disimulo dejan paso a las dulces miradas y las sonrisas recíprocas.
Un domingo lluvioso y aburrido de enero salgo a tomar un café con Cris y tras la cristalera una silueta que me resulta conocida se acerca, pero no sola, era él, abrazado a una chica, por un momento me niego a creer que sea su novia y millones de ideas inundan mi mente; ninguna de ellas tiene que ver con la triste y decepcionante realidad.
Mis ojos han comenzado a humedecerse y el dolor de una operación sin anestesia se convierte en una caricia comparado con lo que siento en esos momentos.
De forma estoica procuro que ni una sola lágrima roce mis frías mejillas.

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